Cuando nuestros hijos eran pequeños y vivíamos en plena ciudad, nos preguntábamos cómo podríamos hacerles sensibles a todo lo que acontece en la naturaleza, hacia sus cambios a lo largo del año. ¿Cómo hacerles vivir las estaciones y tomar conciencia de las fiestas?
El niño de la ciudad apenas se percata de todo lo que vivencia el niño del campo: el germinar de las semillas, el primer verdor de los campos, el brotar de las flores en primavera, el madurar de los frutos en verano, la cosecha multicolor en otoño y el invierno con sus días de fría cristalino. Todas las tradiciones, costumbres y fiestas que reúnen en alegre festejo a todos los habitantes de un pueblecito campesino, son ignoradas en la ciudad.
Un día que meditábamos sobre esta cuestión, tuvimos la idea de destinar un lugar fijo en la casa, que reflejara todo lo que acontece en la naturaleza a lo largo del año: el rincón de las estaciones.
Luego llegó a ser el rincón más acogedor de toda la casa. En primavera la decoraban los primeros brotes: varas de almendro y melocotonero, prímulas, ramas de azahar y en un platito un poco de musgo o césped. Todas las flores del año aparecían allí, incluso en invierno con la flor de Pascua.
Yo había hecho construir un pequeño pupitre de madera, parecido a un atril, sobre el que poníamos una lámina o un libro de arte abierto. Por fin podíamos aprovechar todos aquellos libros y revistas de arte que rara vez mirábamos. De este modo pasábamos revista a todo el año, según el material de que disponíamos en casa, proyectando la naturaleza con imagen. Cuando no encontrábamos un cuadro adecuado pegábamos una postal artística sobre un cuadrado de cartón o papel liso, Una imagen pequeña puede despertar en el niño muchas cosas. A las imágenes de la naturaleza se agregaban aquellas que hacían referencia a las fiestas del año.
Los niños añadían piedrecillas o raíces de formas curiosas que encontraban durante sus paseos, ¡Qué lindas son las piedrecillas y los caracoles recogidos a la orilla de un río, del mar! ¡Cuánto brillan sus colores en el agua! Por consiguiente las colocábamos en un recipiente de vidrio con agua y recordábamos el río o el mar.
En otoño celebrábamos la fiesta de la cosecha. Juntábamos paja dorada, una gran calabaza, tomates rojos, un plato con patatas, una cesta de manzanas. Aunque no se tenga un jardín propio en el cual cosechar todas estas cosas, es el fruto que nos da la tierra y de ello nos alegramos y por ello estamos agradecidos.
Para la época de Adviento, nuestro rincón adquiría un aire íntimo y familiar con la corona verde y sus cuatro velas. Un paño azul colgaba de la pared y el él prendíamos angelitos y estrellas.
Para Navidad allí estaban las imágenes del Nacimiento y el pesebre con figuras de madera o barro, a menos que lo colocásemos al pie del árbol de Navidad, junto a los pastores y los Reyes Magos.
Y los niños pequeños, encontraban siempre en este rincón, la tarta de con las velitas el día de su cumpleaños.
A todas las familias recomiendo experimentar ese rincón de las estaciones, que también puede ser un cajón tapado con una tela, pero que debe tener un lugar fijo en la casa. Así, no solo el niño, también nosotros aprendemos a vivir más intensamente el transcurrir del año.
Del libro de Fieder Lenz: Mit Kindern Feste feiern