Los niños de cinco a siete años

Entre los cinco y los siete años los niños pasan por un periodo de transición, que a menudo es llamado “Primera pubertad o adolescencia”.

Los niños pasan desde su nacimiento hasta los 21 años, por periodos cada tres años, en que su individualidad experimenta una separación del entorno.

Es un desarrollo necesario, que ayuda al niño a separarse, para luego encontrarse y conocer el mundo a su forma.

A veces los niños reaccionan no queriendo ir a la escuela, y pueden agarrarse a las piernas de sus padres, y de repente, otro día dicen a sus padres: “Por favor quedaros en el coche, quiero ir yo sólo a la puerta hoy”.

A veces ocurre que los niños experimentan una regresión antes de llegar a tener una nueva independencia.

Los niños pasan por muchas transformaciones y cambios: su cuerpo está cambiando, su estado emocional y anímico también, así como su consciencia y su conexión con el mundo.  

Este puede ser un periodo confuso y muy serio para los niños y puede dar lugar a un comportamiento caótico, hasta en los niños mejor adaptados.

Cuando los niños han pasado por este periodo de transición, especialmente si han sido tratados con firmeza amorosa, vuelven a participar en su entorno, transformados y en un estado más pacífico.                                     1

Vamos a ver estos cambios.

CAMBIOS FISICOS

Durante esta etapa el cuerpo del niño cambia mucho. El niño va perdiendo sus formas redondas, su barriguita, se alargan su cuello, brazos y piernas.

Las fuerzas de crecimiento que anteriormente estaban centradas en el sistema neuro-sensorial y después en el sistema rítmico ahora se trasladan hacia el sistema metabólico y las extremidades.

A menudo los niños empiezan a tener más apetito y aumenta su percepción de la digestión. Los niños se quejan de frecuentes dolores de barriga, de dolor de articulaciones, pueden eruptar, poner zancadillas.

 Se despierta la conciencia en el cuerpo físico. Los niños tienen muchas sensaciones físicas y no saben que a menudo su irritabilidad está asociada a estas sensaciones.

Aunque este crecimiento les hace difícil moverse con normalidad, por otra parte necesitan mucho movimiento: paseos en la naturaleza, juegos de correr, trabajar con herramientas, jardinería, trabajo en el huerto, carpintería, saltar a la comba andar con zancos.

Los juegos tradicionales son ideales para ayudar a los socialmente y para ayudar a sus necesidades de movimiento organizado.

Todas estas actividades pueden ayudar a canalizar la voluntad que hemos nutrido cuidadosamente durante los primeros años y que esta pueda manifestarse de forma más armoniosa. Damos a          los niños la oportunidad de trabajar el control del impulso, siendo obvio que hay repercusiones si lo olvidan (son los reyes dirigiendo el paseo).

En su juego se puede ver también que sus cuerpos se alargan, crecen, que sus apetitos y anhelos aumentan. Tratan de construir con muebles hasta el techo o quieren escalar el tejado del cobertizo o se les ve subidos a la rama más alta del árbol.

Las facciones de la cara se individualizan más y empiezan a caerse los dientes de leche, a aparecer los permanentes, y hacia los seis años aparecen los primeros molares permanentes. El esmalte dental de estos dientes ha concluido su formación como sustancia más dura del cuerpo. El esmalte no tiene posibilidad de regeneración (dentista-caries).

Las energías que el niño necesito para la formación de sus órganos aún se necesitan para la regeneración y mantenimiento del órgano, pero las demás quedan libres para el desarrollo del pensar.

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